Isabella Benshimol

“A pesar de que el blanco suele estar asociado con cosas placenteras y puras, hay un peculiar vacío en el color blanco. Es el vacío del blanco que es más inquietante que hasta lo sangriento del rojo” – Herman Melville, Moby Dick.

Hay algo en mi inconsciente que me atrae hacia lo blanco. A menudo me encuentro creando espacios blancos y asépticos donde se desarrollan una serie de acciones: un contenedor aparentemente neutro, aparentemente pulcro, un espacio de transformación.

Mi búsqueda gira en torno al cuestionamiento de la idea contemporánea de placer y el deseo incontrolable del mismo. Intento encontrar el aspecto más carnal de las situaciones y objetos cotidianos, seducida por la materia artificial.

Casi a modo de fetiche me llama lo brillante, lustroso y pulido. Siento una gran necesidad por alcanzar a una aparente perfección, casi empalagosa, sobre la que tengo el control absoluto. Juego con la capa superficial, la pátina brillante, reluciente y placentera. Una especie de sustancia líquida que pasa a ser sólida perdiendo su fluidez y maleabilidad pero nunca su apariencia seductora e impoluta.

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